Los jardines renacentistas –aquellos vergeles de las villas florentinas de los Medicis, que personajes como Cosme el Viejo o Lorenzo el Magnífico mandaron construir en lugares de ensueño como Fiesole, Careggi, Poggio, Castello o Boboli–, son los protagonistas de este original ensayo de María del Carmen Molina Barea. Entre sus avenidas y parterres, los filósofos humanistas neoplatónicos, liderados por Marsilio Ficino y Giovanni Pico della Mirandola, encuentran el lugar privilegiado para que el alma pulule, se expanda y deleite, y el individuo, al recorrerlos, como si se internase en un laberinto, se pierda a sí mismo, se extravíe como sujeto y se metamorfosee. El modelo de jardín del humanismo florentino logra su máxima expresión plástica, literaria y filosófica en el libro El sueño de Polifilo –narrado como un relato en clave, editado en Venecia por Aldo Manuzio, atribuido a Francesco Colonna, y considerado por los bibliófilos como el más hermoso libro impreso de todos los tiempos–, donde aquél se concibe como paseo, viaje y circuito del alma, adoptando la forma de escala, laberinto, teatro y hasta rueda de la memoria –desde las interpretaciones de Giordano Bruno y Raimundo Llull–.
La aportación más original de este ensayo –que, en palabras del filósofo Ignacio Gómez de Liaño, combina “el encanto con el rigor, la pasión con la lógica, la erudición con la poesía, el entretenimiento con la educación”– radica en abordar una nueva interpretación de los jardines renacentistas desde las cartografías y las propuestas rizománticas post-estructuralistas de Gilles Deleuze y Félix Guattari. El giardino quattrocentista se así así reflejo especular de cada sujeto, topos del alma o jardín interior, y su cartografía apela a la memoria, la subjetividad y los afectos de su visitante. De esta forma, los jardines, entendidos desde el rizoma –que se afana en cartografiar, en componer mapas subjetivantes– pasan a ser comprendidos como “laberintos de afecto”, “mapas de deseo” inconsciente y dispositivos de subjetividad, constituyendo un plano de inmanencia, una meseta de recorridos intensivos por los que transita el nómada, ese alma paseante, errante y peregrina. El giardino deviene así un topos pensado para ser recorrido y atravesado física y metafóricamente, un espacio para emprender paseos figurados, inconscientes y oníricos. Como cartografías deseantes, los jardines –en tanto laberintos, teatros de la memoria y ruedas memotécnicas– acogen las ideas y venidas del sujeto en su búsqueda del amor, la identidad, Dios y la sabiduría.
María del Carmen Molina Barea es profesora en la Universidad de Córdoba. Ha cursado estudios superiores de Historia del Arte y Filosofía. Tiene en su haber una Mención Nacional Fin de Carrera y un Máster por Goldsmiths College University of London. Se doctoró con una tesis internacional Cum Laude sobre el surrealismo y la filosofía de Deleuze y Guattari. Ha realizado estancias de investigación en la Università degli Studi di Firenze, Warburg Institute de Londres y École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. Sus líneas de trabajo abarcan temas de estética y filosofía del arte, teoría del arte contemporáneo, cine y cultura visual, y estudios de género. Es autora del ensayo Arte y deseo. El Surrealismo desde la filosofía de Deleuze y Guattari (2018).
Jardín y rizoma. El giardino renacentista como cartografía nómada, de Ficino a Deleuze
$32.700
Autor: Molina, María del Carmen
Editorial: Fórcola
Páginas: 232
Dimensiones: 13 x 21 cm
Fórcola
2022
1 disponibles
Descripción
Los jardines renacentistas –aquellos vergeles de las villas florentinas de los Medicis, que personajes como Cosme el Viejo o Lorenzo el Magnífico mandaron construir en lugares de ensueño como Fiesole, Careggi, Poggio, Castello o Boboli–, son los protagonistas de este original ensayo de María del Carmen Molina Barea. Entre sus avenidas y parterres, los filósofos humanistas neoplatónicos, liderados por Marsilio Ficino y Giovanni Pico della Mirandola, encuentran el lugar privilegiado para que el alma pulule, se expanda y deleite, y el individuo, al recorrerlos, como si se internase en un laberinto, se pierda a sí mismo, se extravíe como sujeto y se metamorfosee. El modelo de jardín del humanismo florentino logra su máxima expresión plástica, literaria y filosófica en el libro El sueño de Polifilo –narrado como un relato en clave, editado en Venecia por Aldo Manuzio, atribuido a Francesco Colonna, y considerado por los bibliófilos como el más hermoso libro impreso de todos los tiempos–, donde aquél se concibe como paseo, viaje y circuito del alma, adoptando la forma de escala, laberinto, teatro y hasta rueda de la memoria –desde las interpretaciones de Giordano Bruno y Raimundo Llull–.
La aportación más original de este ensayo –que, en palabras del filósofo Ignacio Gómez de Liaño, combina “el encanto con el rigor, la pasión con la lógica, la erudición con la poesía, el entretenimiento con la educación”– radica en abordar una nueva interpretación de los jardines renacentistas desde las cartografías y las propuestas rizománticas post-estructuralistas de Gilles Deleuze y Félix Guattari. El giardino quattrocentista se así así reflejo especular de cada sujeto, topos del alma o jardín interior, y su cartografía apela a la memoria, la subjetividad y los afectos de su visitante. De esta forma, los jardines, entendidos desde el rizoma –que se afana en cartografiar, en componer mapas subjetivantes– pasan a ser comprendidos como “laberintos de afecto”, “mapas de deseo” inconsciente y dispositivos de subjetividad, constituyendo un plano de inmanencia, una meseta de recorridos intensivos por los que transita el nómada, ese alma paseante, errante y peregrina. El giardino deviene así un topos pensado para ser recorrido y atravesado física y metafóricamente, un espacio para emprender paseos figurados, inconscientes y oníricos. Como cartografías deseantes, los jardines –en tanto laberintos, teatros de la memoria y ruedas memotécnicas– acogen las ideas y venidas del sujeto en su búsqueda del amor, la identidad, Dios y la sabiduría.
María del Carmen Molina Barea es profesora en la Universidad de Córdoba. Ha cursado estudios superiores de Historia del Arte y Filosofía. Tiene en su haber una Mención Nacional Fin de Carrera y un Máster por Goldsmiths College University of London. Se doctoró con una tesis internacional Cum Laude sobre el surrealismo y la filosofía de Deleuze y Guattari. Ha realizado estancias de investigación en la Università degli Studi di Firenze, Warburg Institute de Londres y École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. Sus líneas de trabajo abarcan temas de estética y filosofía del arte, teoría del arte contemporáneo, cine y cultura visual, y estudios de género. Es autora del ensayo Arte y deseo. El Surrealismo desde la filosofía de Deleuze y Guattari (2018).
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