Publicamos en este volumen uno de los textos capitales de la teoría política y del liberalismo, el célebre discurso que Benjamin Constant pronunció en el Ateneo de París en 1819. Marcado por la experiencia de la Revolución francesa, y por la deriva despótica de un republicanismo que había empleado la «voluntad general» rousseauniana para instaurar el Terror, el autor estableció aquí la famosa distinción entre la libertad de los antiguos y la de los modernos; esto es, entre la libertad propia de las repúblicas de la Antigüedad y la libertad de las sociedades modernas, posteriores a la Revolución.
Frente a quienes quieren que «los ciudadanos estén completamente sometidos para que la nación sea soberana, y que el individuo sea esclavo para que el pueblo sea libre», Constant sostiene que «la libertad individual es la verdadera libertad moderna», y que la libertad política basada en el gobierno representativo y las garantías constitucionales es su sostén, de modo que, lejos de renunciar a una de las dos clases de libertad, es preciso aprender a combinar ambas.
El discurso se complementa en este volumen con «La libertad de pensamiento», capítulo extraído de la obra cumbre del autor, Principios de política aplicables a todos los gobiernos. El texto que aquí publicamos compendia la firme defensa de la libertad de pensamiento, de expresión y de prensa que llevó a cabo Constant y que ejercería una enorme influencia en pensadores como John Stuart Mill y en el liberalismo político en general.
Benjamin Constant (Lausana, 1767 – París, 1830), escritor y político francés de origen suizo, es uno de los principales representantes del liberalismo clásico.
Nacido en el seno de una familia protestante oriunda de Francia, asiste a las Universidades de Oxford y Erlangen, así como a la de Edimburgo, donde estudia la Ilustración escocesa. En 1794 conoce a Madame de Staël, quien le abre el camino a la política francesa y mantendrá con él una larga y tormentosa relación. Comprometido con el republicanismo y la Revolución desde esas fechas, apoya el golpe de Estado del 18 de Fructidor (1797), ejecutado por el Directorio contra los moderados y los monárquicos, y el del 18 de Brumario (1799), que pone fin al Directorio e inicia el Consulado de Napoleón. Se convierte entonces en miembro del Tribunado, pero pronto se opone al despotismo napoleónico, lo que le lleva al exilio junto con Madame de Staël. No obstante, decepcionado con la Restauración borbónica (1814), vuelve a ofrecer su apoyo a Napoleón durante los Cien Días (1815). En la segunda Restauración, retoma la actividad política y es elegido diputado en 1818. Como miembro de la oposición liberal, será uno de los oradores más notables de la Cámara de los Diputados y un férreo defensor del sistema parlamentario. En la Revolución de 1830, participa en los sucesos que ponen fin al reinado de Carlos X y llevan al trono a Luis Felipe. Aclamado como un héroe por los revolucionarios, es nombrado presidente del Consejo de Estado, pero fallece en París poco después, el 8 de diciembre de ese mismo año.
Entre sus obras destacan Sobre las reacciones políticas (1797), Sobre el espíritu de conquista y la usurpación (1814), Principios de política aplicables a todos los gobiernos (1815), Curso de política constitucional (1818-1820) y Sobre la religión, considerada en sus fuentes, sus formas y su desarrollo (1824-1830), así como la novela Adolphe (1816).
La libertad de los antiguos frente a los modernos
$16.000
Autor: Constant, Benjamin
Editorial: Página Indómita
Páginas: 128
Dimensiones: 13 x 21 cm
Página Indómita
2020
Agotado
Descripción
Publicamos en este volumen uno de los textos capitales de la teoría política y del liberalismo, el célebre discurso que Benjamin Constant pronunció en el Ateneo de París en 1819. Marcado por la experiencia de la Revolución francesa, y por la deriva despótica de un republicanismo que había empleado la «voluntad general» rousseauniana para instaurar el Terror, el autor estableció aquí la famosa distinción entre la libertad de los antiguos y la de los modernos; esto es, entre la libertad propia de las repúblicas de la Antigüedad y la libertad de las sociedades modernas, posteriores a la Revolución.
Frente a quienes quieren que «los ciudadanos estén completamente sometidos para que la nación sea soberana, y que el individuo sea esclavo para que el pueblo sea libre», Constant sostiene que «la libertad individual es la verdadera libertad moderna», y que la libertad política basada en el gobierno representativo y las garantías constitucionales es su sostén, de modo que, lejos de renunciar a una de las dos clases de libertad, es preciso aprender a combinar ambas.
El discurso se complementa en este volumen con «La libertad de pensamiento», capítulo extraído de la obra cumbre del autor, Principios de política aplicables a todos los gobiernos. El texto que aquí publicamos compendia la firme defensa de la libertad de pensamiento, de expresión y de prensa que llevó a cabo Constant y que ejercería una enorme influencia en pensadores como John Stuart Mill y en el liberalismo político en general.
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Benjamin Constant (Lausana, 1767 – París, 1830), escritor y político francés de origen suizo, es uno de los principales representantes del liberalismo clásico.
Nacido en el seno de una familia protestante oriunda de Francia, asiste a las Universidades de Oxford y Erlangen, así como a la de Edimburgo, donde estudia la Ilustración escocesa. En 1794 conoce a Madame de Staël, quien le abre el camino a la política francesa y mantendrá con él una larga y tormentosa relación. Comprometido con el republicanismo y la Revolución desde esas fechas, apoya el golpe de Estado del 18 de Fructidor (1797), ejecutado por el Directorio contra los moderados y los monárquicos, y el del 18 de Brumario (1799), que pone fin al Directorio e inicia el Consulado de Napoleón. Se convierte entonces en miembro del Tribunado, pero pronto se opone al despotismo napoleónico, lo que le lleva al exilio junto con Madame de Staël. No obstante, decepcionado con la Restauración borbónica (1814), vuelve a ofrecer su apoyo a Napoleón durante los Cien Días (1815). En la segunda Restauración, retoma la actividad política y es elegido diputado en 1818. Como miembro de la oposición liberal, será uno de los oradores más notables de la Cámara de los Diputados y un férreo defensor del sistema parlamentario. En la Revolución de 1830, participa en los sucesos que ponen fin al reinado de Carlos X y llevan al trono a Luis Felipe. Aclamado como un héroe por los revolucionarios, es nombrado presidente del Consejo de Estado, pero fallece en París poco después, el 8 de diciembre de ese mismo año.
Entre sus obras destacan Sobre las reacciones políticas (1797), Sobre el espíritu de conquista y la usurpación (1814), Principios de política aplicables a todos los gobiernos (1815), Curso de política constitucional (1818-1820) y Sobre la religión, considerada en sus fuentes, sus formas y su desarrollo (1824-1830), así como la novela Adolphe (1816).
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