No puedo decir cómo será, pero puedo afirmarque será porque ya es: hay lirosofía y hay lirósofos reconocibles en el tiempo presente, pero como ensayos de porvenir.
Jean Epstein, cineasta y pensador, escribe en 1922 un manifiesto en nombre de una existencia mental, virtual y utópica. En la saga de un raro nietzscheísmo, afirma que así como la religión agotó su creencia dando paso a la ciencia, la ciencia también declinará la suya (“se cree en los microbios como se cree en Jesucristo…”) en nombre de una creencia superior a medida que la vida del hombre se vaya transformando. Nacerá así la lirosofía, fusión entre sentimiento y razón. La lirosofía es superior a la ciencia porque lejos de tener que desterrar el sentimiento y la pasión para existir, se apoyará en ese suelo afectivo y fundará allí su evidencia: la evidencia de sentimiento. Su eficacia incontestable e inmediata se verifica entre otras cosas en el amor, el cine, la cábala o el comportamiento de los niños. Por el contrario, en la ciencia declinante reina lo mediato: una actividad en la que la conciencia permanentemente filtra y no deja emerger la vida subconsciente. Pero la sociedad moderna, hija de la ciencia, produce su propio búmeran. Con su frenética actividad mental donde todo se calcula, todo se mide y todo es acción, provoca un estado creciente de fatiga y cansancio intelectual que favorece la emergencia de la actividad subconsciente. El subconsciente supura cuanto más se lo intenta taponar, y desliza así al ser humano hacia el estado lírico. Es el suelo del que surgirá, según Epstein, la estética lirosófica.
Jean Epstein (1897 – 1953). De origen polaco/francés, Epstein es reconocido como uno de los precursores del cine experimental o de vanguardia, pero fue además novelista, crítico literario y uno de los primeros realizadores en escribir y teorizar sobre el cine. Se acercó al movimiento surrealista y las vanguardias artísticas de entreguerras e influenció a grandes cineastas como Luis Buñuel. De su extensa obra fílmica se destacan El hundimiento de la casa Usher (1927), Finis Terrae (1930) y El domador de tempestades (1947).
La lirosofía. Un ensayo de porvenir
$16.500
Autor: Epstein, Jean
Editorial: Cactus
Páginas: 128
Dimensiones: 14 x 21 cm
Cactus
2019
1 disponibles
Descripción
No puedo decir cómo será, pero puedo afirmarque será porque ya es: hay lirosofía y hay lirósofos reconocibles en el tiempo presente, pero como ensayos de porvenir.
Jean Epstein, cineasta y pensador, escribe en 1922 un manifiesto en nombre de una existencia mental, virtual y utópica. En la saga de un raro nietzscheísmo, afirma que así como la religión agotó su creencia dando paso a la ciencia, la ciencia también declinará la suya (“se cree en los microbios como se cree en Jesucristo…”) en nombre de una creencia superior a medida que la vida del hombre se vaya transformando. Nacerá así la lirosofía, fusión entre sentimiento y razón.
La lirosofía es superior a la ciencia porque lejos de tener que desterrar el sentimiento y la pasión para existir, se apoyará en ese suelo afectivo y fundará allí su evidencia: la evidencia de sentimiento. Su eficacia incontestable e inmediata se verifica entre otras cosas en el amor, el cine, la cábala o el comportamiento de los niños.
Por el contrario, en la ciencia declinante reina lo mediato: una actividad en la que la conciencia permanentemente filtra y no deja emerger la vida subconsciente. Pero la sociedad moderna, hija de la ciencia, produce su propio búmeran. Con su frenética actividad mental donde todo se calcula, todo se mide y todo es acción, provoca un estado creciente de fatiga y cansancio intelectual que favorece la emergencia de la actividad subconsciente.
El subconsciente supura cuanto más se lo intenta taponar, y desliza así al ser humano hacia el estado lírico. Es el suelo del que surgirá, según Epstein, la estética lirosófica.
Jean Epstein (1897 – 1953). De origen polaco/francés, Epstein es reconocido como uno de los precursores del cine experimental o de vanguardia, pero fue además novelista, crítico literario y uno de los primeros realizadores en escribir y teorizar sobre el cine. Se acercó al movimiento surrealista y las vanguardias artísticas de entreguerras e influenció a grandes cineastas como Luis Buñuel.
De su extensa obra fílmica se destacan El hundimiento de la casa Usher (1927), Finis Terrae (1930) y El domador de tempestades (1947).
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