Esta es la historia de una liberación. Frederick Douglass nació aproximadamente en 1818. Nunca supo su edad porque el primer paso para quebrar a un ser humano era romper sus vínculos afectivos. Como tantos otros, fue arrancado de los brazos de su madre y destinado a trabajar en condiciones miserables en una hacienda al sur de Estados Unidos. Su relato, además de la violencia del hombre blanco, expone la cárcel moral construida para enceguecer a los esclavos: férreos dogmas religiosos justificaban una forma de vida impuesta a latigazos. Pero esta es la historia de una liberación. Si sabemos de ella es porque Douglass escapó. Si sabemos de ella es porque aprendió a leer y su conciencia se expandió a través de la literatura. Para liberar su cuerpo antes tuvo que liberar su mente. La narración de su vida es testimonio de esa progresión.
“El círculo vicioso sigue girando, pero para el esclavo hay una salida: la resistencia. Frederick Douglass parece haber experimentado por primera vez la posibilidad de que un esclavo se vuelva libre, observando a un esclavo resistirse a una flagelación”. Angela Davis
Frederick Douglass nunca fue condescendiente con Abraham Lincoln. Durante su primera encuentro en la Casa Blanca, criticó un discurso del presidente y calificó sus políticas abolicionistas como lentas y vacilantes. Por esos años el ejército de la Unión había empezado a reclutar soldados negros. El mismo Douglass promovía el enrolamiento, pero el hecho de que su salario fuera menor que el de los soldados blancos era razón suficiente para quejarse. Lincoln por su parte creía que un cambio cultura sería lento. Recién habían aceptado a los nuevos soldados, nuevos hombres libres, y todavía quedaban prejuicios contra ellos. Aunque se comprometió a igualar la paga de todos, estableció que se haría de manera gradual.
Nunca estuvieron de acuerdo, pero la sinceridad para discutir trabó en ellos cierta confianza. Se encontraron dos veces más. La última, el presidente gritó al verlo: “Aquí viene mi amigo Douglass”. Cuarenta y dos días después, Lincoln fue asesinado. Mary Todd, su esposa, se encargó de que el bastón del presidente fuera enviado a Frederick Douglass y permaneciera en sus manos.
Narración de la vida de un esclavo americano. (Escrita por él mismo)
$13.900
Autor: Douglass, Frederick
Editorial: La Pollera
Páginas: 152
Dimensiones: 13,5 x 20,5 cm
La Pollera
2021
1 disponibles
Descripción
Esta es la historia de una liberación. Frederick Douglass nació aproximadamente en 1818. Nunca supo su edad porque el primer paso para quebrar a un ser humano era romper sus vínculos afectivos. Como tantos otros, fue arrancado de los brazos de su madre y destinado a trabajar en condiciones miserables en una hacienda al sur de Estados Unidos. Su relato, además de la violencia del hombre blanco, expone la cárcel moral construida para enceguecer a los esclavos: férreos dogmas religiosos justificaban una forma de vida impuesta a latigazos. Pero esta es la historia de una liberación. Si sabemos de ella es porque Douglass escapó. Si sabemos de ella es porque aprendió a leer y su conciencia se expandió a través de la literatura. Para liberar su cuerpo antes tuvo que liberar su mente. La narración de su vida es testimonio de esa progresión.
“El círculo vicioso sigue girando, pero para el esclavo hay una salida: la resistencia. Frederick Douglass parece haber experimentado por primera vez la posibilidad de que un esclavo se vuelva libre, observando a un esclavo resistirse a una flagelación”. Angela Davis
Frederick Douglass nunca fue condescendiente con Abraham Lincoln. Durante su primera encuentro en la Casa Blanca, criticó un discurso del presidente y calificó sus políticas abolicionistas como lentas y vacilantes. Por esos años el ejército de la Unión había empezado a reclutar soldados negros. El mismo Douglass promovía el enrolamiento, pero el hecho de que su salario fuera menor que el de los soldados blancos era razón suficiente para quejarse. Lincoln por su parte creía que un cambio cultura sería lento. Recién habían aceptado a los nuevos soldados, nuevos hombres libres, y todavía quedaban prejuicios contra ellos. Aunque se comprometió a igualar la paga de todos, estableció que se haría de manera gradual.
Nunca estuvieron de acuerdo, pero la sinceridad para discutir trabó en ellos cierta confianza. Se encontraron dos veces más. La última, el presidente gritó al verlo: “Aquí viene mi amigo Douglass”. Cuarenta y dos días después, Lincoln fue asesinado. Mary Todd, su esposa, se encargó de que el bastón del presidente fuera enviado a Frederick Douglass y permaneciera en sus manos.
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