¿Una “Vida de Rousseau”? ¿Pero acaso Jean-Jacques Rousseau no escribió unas celebérrimas Confesiones en las que dio cuenta detallada de su propia vida? ¿Y no han corrido desde entonces ríos de tinta en torno a la obra y la personalidad del autor de Emilio y El contrato social? ¿Qué interés puede tener entonces una breve semblanza biográfica publicada en 1839 en el marco de una colección divulgativa destinada a los ingleses de clase media? Un interés grande, como comprobará por sí mismo el lector de este volumen. En primer lugar, la imagen que en él se vuelca de Rousseau está impregnada –por mucho que haya tenido ya lugar el gran cambio de rasante que supuso la Revolución francesa– por una sensibilidad y una escala de valores aún próximas a las de la época en que aquél vivió, algo que redunda en el efecto de cercanía que despide el retrato. Por otro lado, la autora de la semblanza es nada menos que Mary Shelley, esposa del poeta romántico inglés Percy Shelley, conocida popularmente por haber escrito una novela en muchos sentidos mítica: Frankenstein o el moderno Prometeo (1816). No es difícil detectar conexiones entre esa novela y la figura de Rousseau, como tampoco es difícil señalar las profundas huellas que ésta dejó sobre la obra y la vida de Mary Shelley.
Con todo, el mayor interés de este volumen (que también recoge el delicioso “Retrato de madame d’Houdetot”, temprano apunte biográfico de la mujer de quien Rousseau se enamoró apasionadamente) lo constituye sin duda la revelación de Mary Shelley como precoz cultivadora de lo que cabe reconocer retrospectivamente –hechas las oportunas salvedades– como un precedente de historiografía feminista, llena en su caso de brío narrativo y –conforme observa Socorro Giménez en su esclarecedor prólogo a esta edición– imbuida de “un propósito pedagógico de alcance político”.
Mary Godwin nació en 1797 y se convirtió en Mary Shelley al casarse con el poeta romántico Percy B. Shelley. Ya con este nombre lograría fama mundial con la publicación de Frankenstein. Por momentos, la vida de Mary Shelley parece una fuga de horror: la muerte de varios de sus hijos, la huida de Inglaterra por las deudas de Percy, la muerte de su marido en un desgraciado naufragio que partió su vida en dos, y una década final dominada por la enfermedad cerebral. Pero por debajo de esta corriente siniestra late una vida intensa (ser hija de una pionera del feminismo, el enamoramiento de Percy, viajes por Italia, amistad con Keats y lord Byron, regreso con su hijo a Inglaterra…) alumbrada por los placeres de la imaginación: autora de varias novelas pioneras de ciencia ficción (El último hombre, Lodore, Falkner…), de una breve e intensísima secuencia de poemas, de libros de viajes (donde relata sus aventuras por Italia, Alemania, Francia, Suiza y Holanda) y de un diario perturbador y casi secreto. Pero su empeño más constante fue la escritura de cuentos y nouvelles de muy variado pelaje. Murió en Inglaterra en 1851, después de vivir una larga temporada en armonía con su hijo y su nuera. Al inspeccionar su escritorio encontraron, envuelto en papel de seda, el corazón deshidratado de su marido.
Vida de Rousseau & Retrato de madame d’Houdetot
$15.000
Autor: Shelley, Mary
Editorial: Universidad Diego Portales
Páginas: 148
Universidad Diego Portales
2015
1 disponibles
Descripción
¿Una “Vida de Rousseau”? ¿Pero acaso Jean-Jacques Rousseau no escribió unas celebérrimas Confesiones en las que dio cuenta detallada de su propia vida? ¿Y no han corrido desde entonces ríos de tinta en torno a la obra y la personalidad del autor de Emilio y El contrato social? ¿Qué interés puede tener entonces una breve semblanza biográfica publicada en 1839 en el marco de una colección divulgativa destinada a los ingleses de clase media? Un interés grande, como comprobará por sí mismo el lector de este volumen. En primer lugar, la imagen que en él se vuelca de Rousseau está impregnada –por mucho que haya tenido ya lugar el gran cambio de rasante que supuso la Revolución francesa– por una sensibilidad y una escala de valores aún próximas a las de la época en que aquél vivió, algo que redunda en el efecto de cercanía que despide el retrato. Por otro lado, la autora de la semblanza es nada menos que Mary Shelley, esposa del poeta romántico inglés Percy Shelley, conocida popularmente por haber escrito una novela en muchos sentidos mítica: Frankenstein o el moderno Prometeo (1816). No es difícil detectar conexiones entre esa novela y la figura de Rousseau, como tampoco es difícil señalar las profundas huellas que ésta dejó sobre la obra y la vida de Mary Shelley.
Con todo, el mayor interés de este volumen (que también recoge el delicioso “Retrato de madame d’Houdetot”, temprano apunte biográfico de la mujer de quien Rousseau se enamoró apasionadamente) lo constituye sin duda la revelación de Mary Shelley como precoz cultivadora de lo que cabe reconocer retrospectivamente –hechas las oportunas salvedades– como un precedente de historiografía feminista, llena en su caso de brío narrativo y –conforme observa Socorro Giménez en su esclarecedor prólogo a esta edición– imbuida de “un propósito pedagógico de alcance político”.
Mary Godwin nació en 1797 y se convirtió en Mary Shelley al casarse con el poeta romántico Percy B. Shelley. Ya con este nombre lograría fama mundial con la publicación de Frankenstein. Por momentos, la vida de Mary Shelley parece una fuga de horror: la muerte de varios de sus hijos, la huida de Inglaterra por las deudas de Percy, la muerte de su marido en un desgraciado naufragio que partió su vida en dos, y una década final dominada por la enfermedad cerebral. Pero por debajo de esta corriente siniestra late una vida intensa (ser hija de una pionera del feminismo, el enamoramiento de Percy, viajes por Italia, amistad con Keats y lord Byron, regreso con su hijo a Inglaterra…) alumbrada por los placeres de la imaginación: autora de varias novelas pioneras de ciencia ficción (El último hombre, Lodore, Falkner…), de una breve e intensísima secuencia de poemas, de libros de viajes (donde relata sus aventuras por Italia, Alemania, Francia, Suiza y Holanda) y de un diario perturbador y casi secreto. Pero su empeño más constante fue la escritura de cuentos y nouvelles de muy variado pelaje. Murió en Inglaterra en 1851, después de vivir una larga temporada en armonía con su hijo y su nuera. Al inspeccionar su escritorio encontraron, envuelto en papel de seda, el corazón deshidratado de su marido.
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