¿Qué pinta un urinario en un museo? ¿Por qué no nos parece extraño considerar un montón de basura como una obra de arte? Desde hace más de un siglo, cada objeto artístico levanta la sospecha de que tras su superficie podría ocultarse un secreto. En realidad, la sospecha es el medio del arte contemporáneo: sus obras, por lo común de apariencia ordinaria, vulgar, profana, despiertan nuestra atención porque tras esa apariencia sospechamos un misterio.
La modernidad ha sido descrita con frecuencia como la época de la sospecha destructora de los antiguos valores de la tradición. Pero la era moderna también es la época por excelencia de los archivos. Y, sorprendentemente, ha creado para los valores culturales un nuevo fundamento, mucho más estable que los antiguos: el de la sospecha misma, que no puede ser destruida nunca, porque es constitutiva de la contemplación de la superficie de los signos y los medios.
Todo lo que se muestra se vuelve, automáticamente, sospechoso: estamos siempre a la espera de que el medio se convierta en mensaje, de que todos los signos que ocultan la “auténtica” realidad se disuelvan por fin para que ésta pueda mostrarse “como es”. Y ese deseo no sólo se activa en los museos o ante un aparato de televisión; es universal, pues es, sin duda, una reformulación de la vieja pregunta ontológica por la realidad.
Boris Groys analiza el principio de la sospecha fundando una vasta fenomenología de los medios, con la que amplía las tesis de su célebre Sobre lo nuevo (Pre-Textos, 2005). Si allí describía la “economía cultural” como el intercambio entre el archivo de los valores culturales y el espacio profano exterior a él, Bajo sospecha quiere responder a la pregunta de “cuál es la fuerza que sostiene los archivos de nuestra cultura y les concede permanencia”. Groys nos presenta la sospecha como la actitud que nos pone en contacto con el fondo prerreflexivo y oculto bajo la superficie de los signos: es la misma sospecha que alentó las grandes empresas metafísicas del pasado y que hoy, en la época de la postmoderna universalidad mediática, sigue accionando el oculto resorte de la cultura.
Boris Groys (1947, Berlín) estudió filosofía y matemáticas en la Universidad de Leningrado. Trabajó como asistente científico en diversos institutos universitarios entre 1976 y 1981, entre ellos el Instituto de Lingüística Estructural y Aplicada de la Universidad de Moscú. Teórico y crítico de arte, activo miembro de los círculos de intelectuales y artistas inoficiales de Leningrado y Moscú bajo el régimen soviético, tuvo que emigrar en 1981 a Alemania, donde comenzó a publicar sus trabajos y a trabajar como docente en la Universidad de Münster. Desde 1994 es catedrático de Filosofía, Teoría del Arte y de los Medios de Comunicación en la Hochschule für Gestaltung de Karlsruhe. Miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA), fue Rector de la Academia de Bellas Artes de Viena y ha sido profesor visitante en las universidades de Philadelphia, Pennsylvania, y la UCLA, entre otras, además de Global Distinguished Professor of Russian and Slavic Studies en la New York University.
Bajo sospecha. Una fenomenología de los medios
$21.000
Autor: Groys, Boris
Editorial: Pre-textos
Páginas: 300
Dimensiones: 13 x 19 cm
Pre-textos
2008
2 disponibles
Descripción
¿Qué pinta un urinario en un museo? ¿Por qué no nos parece extraño considerar un montón de basura como una obra de arte? Desde hace más de un siglo, cada objeto artístico levanta la sospecha de que tras su superficie podría ocultarse un secreto. En realidad, la sospecha es el medio del arte contemporáneo: sus obras, por lo común de apariencia ordinaria, vulgar, profana, despiertan nuestra atención porque tras esa apariencia sospechamos un misterio.
La modernidad ha sido descrita con frecuencia como la época de la sospecha destructora de los antiguos valores de la tradición. Pero la era moderna también es la época por excelencia de los archivos. Y, sorprendentemente, ha creado para los valores culturales un nuevo fundamento, mucho más estable que los antiguos: el de la sospecha misma, que no puede ser destruida nunca, porque es constitutiva de la contemplación de la superficie de los signos y los medios.
Todo lo que se muestra se vuelve, automáticamente, sospechoso: estamos siempre a la espera de que el medio se convierta en mensaje, de que todos los signos que ocultan la “auténtica” realidad se disuelvan por fin para que ésta pueda mostrarse “como es”. Y ese deseo no sólo se activa en los museos o ante un aparato de televisión; es universal, pues es, sin duda, una reformulación de la vieja pregunta ontológica por la realidad.
Boris Groys analiza el principio de la sospecha fundando una vasta fenomenología de los medios, con la que amplía las tesis de su célebre Sobre lo nuevo (Pre-Textos, 2005). Si allí describía la “economía cultural” como el intercambio entre el archivo de los valores culturales y el espacio profano exterior a él, Bajo sospecha quiere responder a la pregunta de “cuál es la fuerza que sostiene los archivos de nuestra cultura y les concede permanencia”. Groys nos presenta la sospecha como la actitud que nos pone en contacto con el fondo prerreflexivo y oculto bajo la superficie de los signos: es la misma sospecha que alentó las grandes empresas metafísicas del pasado y que hoy, en la época de la postmoderna universalidad mediática, sigue accionando el oculto resorte de la cultura.
Boris Groys (1947, Berlín) estudió filosofía y matemáticas en la Universidad de Leningrado. Trabajó como asistente científico en diversos institutos universitarios entre 1976 y 1981, entre ellos el Instituto de Lingüística Estructural y Aplicada de la Universidad de Moscú. Teórico y crítico de arte, activo miembro de los círculos de intelectuales y artistas inoficiales de Leningrado y Moscú bajo el régimen soviético, tuvo que emigrar en 1981 a Alemania, donde comenzó a publicar sus trabajos y a trabajar como docente en la Universidad de Münster. Desde 1994 es catedrático de Filosofía, Teoría del Arte y de los Medios de Comunicación en la Hochschule für Gestaltung de Karlsruhe. Miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA), fue Rector de la Academia de Bellas Artes de Viena y ha sido profesor visitante en las universidades de Philadelphia, Pennsylvania, y la UCLA, entre otras, además de Global Distinguished Professor of Russian and Slavic Studies en la New York University.
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